Nunca estuve sana
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Gloria, mi mamá. |
Cuando estoy enfermx
pienso en mi mamá. Pienso en ella porque ha sido mi referente estético en muchos
sentidos, incluso, en la enfermedad. Sobre todo, en la enfermedad. Desde muy
niñx vi a mi mamá con problemas de salud. La enfermedad en el cuerpo de las
madres es catastrófica, porque mi madre siempre fue mi tranquilidad y verla
sufrir desde lumbagos en su siempre tensa espalda que muchas veces, cuando yo
tenia 7 años, esos lumbagos la dejaban completamente inmovilizada y gritaba
tumbada en el sillón por ayuda, hasta sus llantos más desoladores cuando tenia
problemas con mi papá -mi mamá también se enfermaba de amor-, me generó desde
muy niñx una sensación consciente de cuerpo en riesgo. Yo no podía ayudarla.
Siempre quise ayudarla más de lo que podía y me angustiaba. Sus partos, aparte
del mío, fueron muy complicados. Fuimos 3 embarazos antes de sus 30 años y nos
contaba mi mamá que cuando era niña era tan enfermiza que de tantos pinchazos
para sanarla ella sentía que finalmente la debilitaron aun más. Yo nunca fui
amamantadx. Mi leche era la leche en polvo que me preparaban para no morir de
hambre y crecer “lo mas sano posible”. “Lo mas sano posible” en ciertos
contextos es solo estar viva, respirar, lo básico, para lo demás había fe y
salud pública. Siento una extraña conexión con mi madre cuando me enfermo de
amor y otras dolencias. Quizás esa fragilidad heredada ha sido también el hilo
que nos mantiene paradójicamente protegidas. No sé cómo, no sé por qué lo
siento, pero nuestros estados enfermizos parecen contener una misteriosa
fortaleza que nada tiene qué ver con las nociones humanistas de lo sano, más
allá de una razón del cuidado y del miedo a morir. Lo que digo lo digo también
por todas nosotras, las cuerpas en constante riesgo. Quizás nos han desarmado
tanto de otras defensas que parece descabellado lo que digo. Sin embargo, nunca
fuimos sanas; la enfermedad nos constituye. Quizás por eso seguimos vivas. Hemos
habitado demasiado tiempo el riesgo y ya le perdimos deseo a esa ilusión de lo
sano. Siempre hemos estado enfermas.
Quizá nunca dejaré de ser un enfermo adicto a ser deseado y al dinero porque es lo más homeostatico que puedo estar.
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