Paradise: Love (Reseña sobre película)
Una película de Ulrich Seidl
(2012)
Austria-Germany-France
De Cannes a Chile
(Noviembre 2013)
Cuando
me senté a esperar la proyección de “Paradise: Love” traté de sacudirme cierta
predisposición que me he acostumbrado a llevar conmigo cada vez que se exhibe
una nueva película que atraviesa el tema de la prostitución. Esa insistencia del cine por representarla de forma hipervictimizada y decorativa, no ha
hecho mucho por la calidad de los relatos y esas imágenes, dando la impresión que
hay mas interés por llenar salas o contentar espectadores, que por generar
reflexiones complejas y novedosas. O simplemente, que no hay talento. Incluso,
películas donde se “glorifica” el trabajo sexual, han estado estrechamente
relacionadas con esta mediocre forma de representación. Pero ya había visto el
tráiler de “Paradise: Love” y algo me hacía intuir que esta vez me toparía con
una película en la que las cosas irían por otros bordes.
Ulrich
Seidl, el director, nos muestra el paraíso exótico con el que desde/para
occidente se fantasea cuando se evoca África: Un sinfín de cuerpos negros y
atléticos, paisajes majestuosos y temperaturas agradables. Una mujer blanca, austríaca,
cincuentona y madre de una familia de clase media viaja a las playas de Kenia
para distraerse de la vorágine que significa la responsabilidad occidental de
tener familia. Pero no es solamente la
historia de una mujer europea moderna que viaja para satisfacer sus deseos
alimentados por la industria turística y pornográfica, ambas utilizando los cuerpos
negros de la misma forma fetichista. Podría ser esa historia, no más, pero hay
otros pliegues. Lo que diferencia a “Paradise: Love” de otras películas sobre
mujeres, prostitución y negros son esos pliegues: hay un cruce descarnado entre
feminismo, postcolonialismo y clase social.
Teresa
–la protagonista blanca- sabe con timidez y culpa lo que quiere de Kenia, junto
a sus amigas blancas, en medio de una playa donde los turistas toman sol
custodiados por un guardia negro que los cuida de los otros negros hambrientos
del dinero occidental. Ellas saben lo que significan en esa costa supuestamente
paradisíaca. Tienen el dinero para comprar al negro que se les antoje. Pero a
Teresa le cuesta un poco. Ella no sólo es la mujer moderna europea, sino que
también el fracaso de lo mismo: en su cama de Austria sólo duerme (bueno,
quizás se masturba), su cuerpo lo siente en decadencia y se confunde entre sus
ganas de lamer esa “carne salvaje” y continuar creyendo que el amor puede ser
encontrado quizas ahí, en medio de un mundo de promesas paradisíacas. Prueba y
no le agrada. Teresa se asusta un poco por inexperiencia más que por moralidad.
Pero la expectativa tiene una fuerza inusual, y termina por adentrase en el
singular mundo de la prostitución de los
“beachboys”, que es un poco más
complejo que solo dejar un fajo de billetes en sus bolsillos o en sus camas
después del orgasmo: No hay un trato explícito. Para los “beachboys” la
compañía no está fijada a una tarifa. Ellos saben lo deseados que son por estas
“sugar mamas” y, como modalidad común entre ellos, ofrecen “love” para luego
exhibir sin reparos la miseria en la que viven y pedir a sus
“enamoradas-clientas” el dinero que necesitan a ese lado del mundo. Teresa lo
descubre casi todo y se sumerge en esta oferta de Paraíso, lidiando entre la
posibilidad de seguirlo disfrutando o ahogarse en su tristeza.
En "Paradise: Love" la prostitución es encarnada en los hombres negros. Sus
personajes son padres de familia en Kenia. Hombres conscientes de lo que
significan para mujeres blancas. Dispuestos a dejarse transar en el mercado del
turismo sexual. Una prostitución que si bien es implícita, no deja de ser
incomoda: la urgencia de la sobrevivencia familiar depende de este “love” en
venta. Algo que parece ser secreto de pronto deja de serlo y lo único que
cambia es el ánimo de sus protagonistas. Las turistas seguirán llegando a
consumir del exótico paisaje humano que se ofrece sin reparos. La esclavitud
del negro ya no es con dueños aristócratas de cabellos rubios azotándolos bajo
el sol africano, sino más bien, un acuerdo tácito entre blancas y negros que
sólo necesitan, con sus respectivas diferencias, conllevar la miseria que ambas
culturas siguen hoy padeciendo. Supuestamente, la esclavitud ya fue superada,
pero Seidl cuestiona este supuesto. Las blancas fracasadas sólo pueden ser
felices en el paraíso de los negros fracasados, dice sin decir el aviso
publicitario.
TRAILER
Tu reseña me hizo recordar una película de Laurent Cantet. Bienvenidas al Paraíso cuenta una historia similar pero ubicada en Haití en la década de los setenta. Con la magistral interpretación de Charlotte Rampling dando vida un gélido personaje que oculta y muestra a la vez.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
me ha encantado tu reflexión...para mi esta frase de tu reflexión define muy bien mi sentir..."La esclavitud del negro ya no es con dueños aristócratas de cabellos rubios azotándoles bajo el sol africano, sino más bien, un acuerdo tácito entre blancas y negros que sólo necesitan, con sus respectivas diferencias, conllevar la miseria que ambas culturas siguen hoy padeciendo"
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