Cliente-criminal
Quiero
partir diciendo una obviedad: la trata de personas no es sinónimo de
prostitución. Lo digo porque no hace mucho se legisló en países europeos para
que pagar por sexo sea delito. El tráfico de mujeres y niñas ha ido aumentando
y la nueva iniciativa de criminalizar al cliente parece ser importante para
acabar con esta injusta realidad. Pero no es lo mismo ese tráfico de cuerpos a
que una persona decida cobrar por sexo. Cuando se criminaliza al cliente, se
sigue estigmatizando el trabajo sexual y quienes lo ejercemos seguimos siendo
precarizados. No es el caso puntual de nuestro país, pero la noticia viene de
Europa y dicen que el primer mundo arma pauta para estos bordes del continente.
En esa
añeja Europa que se despedaza en vivo a través de nuestras pantallas, una
oleada conservadora de izquierda a derecha está arrasando con los derechos de
minorías sexuales, el aborto y la prostitución. No es menor mencionar el
contexto bélico del continente colonizador y la dramática inmigración que ha
manchado sus blancas fronteras. No es casual que la prostitución este siendo
re-criminalizada bajo tal contexto; gracias a los clientes muchxs inmigrantes
ilegales han podido sobrevivir en Europa.
En Chile
no solo hay una extrema precarización para quienes brindamos servicios
sexuales, sino que también se encarcelan mujeres que deciden abortar. Decidir
cómo usar nuestros propios genitales parece altamente peligroso en una sociedad
patriarcal. La victimización es la mejor forma que tienen para quitarnos la
voz. Entonces ya no solo quieren deslegitimar nuestras prostituciones; el
cliente, convertido en otro cuerpo del mal, el que “explota”, el que “domina”,
el que “viola” con su poder adquisitivo es ahora un delincuente. Pero se
equivocan, que nos paguen por sexo no atenta contra nuestra dignidad. Tiene que
ver con la posibilidad de tener un techo y comida, pagar por nuestra salud en
un sistema médico que discrimina y tener el tiempo suficiente para hacer lo que
queramos. Para mí la escritura ha sido posible solo gracias a mis clientes. Si
me hubiesen convencido que el sistema laboral para jóvenes sin estudios
universitarios como yo es mucho mejor que cobrar por sexo, no podría haber
escrito esta columna.
Quisiera
citar un fragmento de una nota del Facebook de Georgina Orellano, prostituta
feminista, activista de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la
Argentina): “Y si quiero seguir siendo Puta? Y si sus argumentos de que esto lo
que hago no es trabajo, a mi no me convencen?
Y si encuentro violencia en sus palabras y no en los clientes? Y si me
rebelo frente a su modelo de feminidad? Y si con orgullo digo que me encanta
que me paguen por sexo? Y si les grito que no me siento indigna, que me creo
mas digna que ustedes? Y si les digo que también hay mujeres que pagan por
sexo? Y si me niego a que me trabajen la culpa diciéndome: “si quieres que se regule el trabajo sexual,
se lo recomendarías a tu hijo?” Si les digo que en vez de intentar que deje
la esquina, respeten mi decisión? Y si les digo que en vez de inventar esas
palabras como prostituyente o sistema prostituyente respeten la auto-determinación
de nosotras?”.

¿Qué
queremos lxs trabajadores sexuales? ¿Qué dice la voz de quien ejerce la
prostitución? Así como con el aborto –que también tiene que ver con la
autodeterminación del cuerpo-, no son las mujeres quienes legislan sobre sus úteros;
en este caso tampoco somos lxs prostitutxs quienes legislamos en contra de
nuestros clientes.
La
emancipación del trabajo sexual parece una idea descabellada para ciertas
feministas de estado, esas que están ahora siendo cómplices del paternalismo
europeo y lo son en la invisibilización de las prostituciones en nuestro
contexto latinoamericano. Quiero destacar que no hay un solo feminismo y al que
yo adhiero, así como muchas colegas politizadas, es un feminismo que cree en la
auto-determinación del cuerpo, más allá del genero. Somos un feminismo que no
niega la vulnerabilidad de cientos de trabajadorxs sexuales, pero sobre todo
creemos que con persecuciones y re-criminalizaciones de nuestra labor se le
está dando paso libre a esta oleada conservadora que desde Europa insiste en
igualar el trafico de personas con nuestro trabajo. Nuestro feminismo sudaca
tampoco cree en el Estado como protección. Bajo tanta precarización de nuestra
labor hemos aprendido a sobrevivir en complicidad con nuestra clientela.
"Diario de un Puto" The Clinic 2016
Excelente reflexión, te mando saludos desde España. A ver si vamos organizándonos y logramos abrirnos espacio en los medios, pq es cierto q tanto lxs trabajadores sexuales como sus clientes y aliadxs prácticamente carecemos de presencia en el espacio público y lxs abolicionistxs van ganando posiciones y aprobando leyes afines a sus planteamientos.
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