El peligro de tocar





A veces pienso en los días posteriores de las cuarentenas. Cuando digan que la curva va en descenso, pienso después de esos días incluso en que la gente haya vuelto a las revueltas en la calle, pienso en cómo nos tocaremos. No digo que haya dificultad para tocarnos –al contrario-, pero me pregunto cómo nos tocaremos después de una pandemia mundial que nos suprimió la posibilidad de contacto físico durante varios meses. Las paranoias de un posible contagio, los ecos de una psicosis colectiva por la desinfección, el control militar y el estado empresarial endeudándonos por la inminente enfermedad en tiempos de convulsiones sociales y pandemias.
¿Cómo nos enfrentaremos a la orgia lxs trabajadorxs sexuales? La fiesta lujuriosa se ve completamente amenazada con la nueva cultura de la desinfección que se impone a propósito del COVID-19. No basta con el VIH que ya estaba siendo una pandemia en Chile con un gran aumento de ceropositivos. Ahora mucho más complejo se torna el panorama sexual en distintas dimensiones del trabajo sexual y comercio erótico. Muchas personas no logran disfrutar con el sexo virtual y los encierros pueden resultar  bastante desesperantes. Necesitas tocar, oler, saborear otras carnes, abrazar pieles y dejarte frotar por sus sudores y alientos. Los besos ¿Qué pasará con los besos?
Quizás también será una cuestión ética. La moral y la ética difuminadas respecto al contagio, a la “responsabilidad colectiva” de no expandir el virus. Se supone que estamos modificando nuestros comportamientos con esta crisis sanitaria del coronavirus. Se supone que estamos viviendo una especie de reconfiguración, programaciones y desprogramaciones psico-sociales. Se acentúa aún más el régimen farmacopolitico.
Devendremos cuerpas en medicación continua, y si es que ya no lo somos. Medicamentos para prevenir enfermedades y medicamentos para mantenerse en la enfermedad crónica. La guerra del poder farmacológico. Los antídotos del “imperio norteamericano” versus los antídotos del “imperio comunista”.
Seguramente no será descabellado imaginar un incremento de la culpa y la vigilancia. La policía sexual y del comportamiento “correcto” en una sociedad shockeada por un virus desconocido. Reconfigurándose las metodologías de vigilancia y auto-castigos por tocar demasiado, por no desinfectarse lo suficiente. Urge que vivamos estos días de paranoia global en grupos de confianza y afectos. No solo por una cuestión emocional urge, sino que también y, sobre todo, por una cuestión política. Nos están desarmando de los vínculos confiables provocando duda de sobrevivencia a cada instante, en cada cruce social. Nos están angustiando lo suficiente como para que los necesitamos, para rogar su protección y militares en las calles “resguardándonos” del contagio. No sucumbamos a su alarmismo desinformativo y reafirmemos aún más lo que estábamos teniendo claro en los días de revuelta social: que son unos sociópatas disfrutando nuestras torturas y enfermedades, que son solo empresarios rapases al mando de un país que caerán de la peor forma por la soberbia de mantenerse en el poder. Nos están cagando nuestra intimidad de los tactos y más encima nos quieren engrupir con sus terrorismos mal montados. Para los fascistas del gobierno este es el momento perfecto para castigarnos por demasiado rebeldes, por muy inoportunas tomándonos las calles.
Agenciarnos de la pandemia para reconfigurar nuestra resistencia y las nuevas formas de protestas en tiempos de hipervigilancia virulenta es lo que nos queda además de aprender inter-conexiones de comunicación para no perder el estímulo del “pensamiento hablado”. Aislarse no es la solución, no al menos entendida socio-culturalmente. La cultura del aislado es la que refuerza un neoliberalismo hiper-subjetivo; nosotras debemos porfiar en las manadas trans-colectivas aunque sea en inter-conexiones cibernéticas. Si nos quieren mantener asustadas en nuestro encierro, sigamos encerradas pero no asustadas, sino insolentemente presentes en la web, en los tráficos de informaciones, en las ciber-culturas y contaminar como otro virus la red que nos quede para sociabilizar. Ya estamos en la era ciborg, asumamos que ya somos ese devenir tecno-orgánico, pero tan rabiosas y organizadas como en la revolución de los cuerpos cuando salir a la calle no era tan apocalíptico.



Comentarios

  1. Sigue pequeño saltamontes.
    Confío en tu cuerpa y el cerebro que contiene.
    Confío en tu insolencia.
    En tus parámetros tan locos que son lo más cuerdo.
    Confío en que te cuidas, y en qué te quieres.
    Por eso, te deseo salud, y también suerte bebecito.

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