Gerontofilia




Cuando vi la película Gerontofilia de Bruce LaBruce no paré de pensar en mis clientes “maduros”. Desde que me prostituyo he tenido una clientela muy variada en edades, sin embargo, ese target sobre 60 años ha sido hasta ahora el de mayor frecuencia. En un principio tenía temor de no poder funcionar con clientes que superaran la edad de mis abuelos. Ha pasado el tiempo y me doy cuenta que ese ejercicio constante de arrendarme a caballeros canosos me ha entrenado un gusto que para muchos es una parafilia.

Para ellos ser mi papá no es la fantasía. Con mis clientes de la tercera edad tengo muchos abuelos calientes y yo el nieto consentido. No me cuesta sentirme demasiado joven y pequeño cuando me echo sobre su torso blando y me abrazan. El abuelo más caliente que tengo tiene más de 70 años y disfruta del viagra como yo de su pichula. La tiene larga y gruesa. Sus bolas cuelgan en una bolsa blanca. Hemos follado por más de 20 minutos en cada cita. Le gusta que me recueste boca abajo y que casi no haga más que gemir, sobre todo gemir. Quizás fue deportista o sus ganas de penetrar siempre han sido asi de intensa, pero su cuerpo sorprende. La primera vez me fue a buscar al metro. Llegó caminando, afirmado a un bastón. Quise tomarle una foto cuando lo vi cruzar la calle. La curvatura de su espalda y el temblor de su mano afirmada al bastón no tenían nada qué ver con su desempeño en la cama. La segunda vez tomé viagra. Quise comprobar toda esa energía que le sentía, pero parece que él es el enérgico. Yo solo me sentí muy caliente, me ardían los labios, los tenía más rojo que de costumbre, pero era como un gatito somnoliento, entregado a sus grandes manos arrugadas durante 15 minutos sin pausas.

Me gustaba chuparle el cuello. Sus dedos gruesos y el pelaje gris de su pecho me siguen pareciendo muy calentones. Cuando me lo metía me decía a la oreja, mientras me la languetiaba, “Quéjese, mijito, que se ve tan bonito cuando se queja”. Recuerdo que la primera vez que me lo dijo sentí en la guata una cosquilla de calentura y algo más. Todos los minutos con él eran pura queja porno. No tuve que fingir nada. Me agarraba siempre fuerte. En algún momento creí que el condón se iba a romper. Pero dejó de llamarme antes de romper el primero. Recuerdo que hasta el último instante me miraba con cierta sospecha, como no creyendo mucho que me calentaba. Le costó dejarme chupar su cuello en la primera cita. Decía que la flacidez de su piel no le parecía sensual. A mí me parecía lo más sensual verlo sin su traje de lino y con el bastón. Su piel es flácida en todo su cuerpo, pero esa misma energía cuando me follaba lo ha mantenido con cuerpo de deportista jubilado. En él la vejez era demasiado sexy. Me gustaba mucho que viera su adicción al viagra y al sexo como el mismo impulso. No me cuesta calentarme cuando me están pagando por sexo, pero los viejos ricos y calientes me tientan hasta las ganas de regalarle las horas.

No creo que yo sea gerontofilo. Tampoco creo en las parafilias. Pienso que el gusto se adquiere y muchas veces nuestros gustos no son “mayoritarios”. Que no me moleste follar con clientes de la tercera edad no me parece descabellado. Más me preocupa cuando tenemos tanto filtro a la hora de prender la carne. Mis abuelos pueden llegar a ser tan sexys.



"Diario de un Puto" The Clinic 2015

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