El fetiche de cada dia
Desde
que empecé a prostituirme he descubierto distintos fetiches en mis clientes y
en mí. No todos me han pagado con el claro objetivo de realizarlos. Con mas de
alguno hemos ido descubriéndolos paulatinamente. Algunos solo me pagan para
conversarme sobre ciertos fetiches que no se atreven a seguir practicando.
Suele suceder que el entorno nos reprime muchos deseos. La prostitución
funciona como un “sub-paraiso” de la supuesta inmoralidad. Creo que es mucho
más saludable experimentar nuevos deseos que reprimirlos por “incorrectos”.
Conozco a una puta de 54 años que podría dar cátedras sobre el tema.
Lo rico
del fetiche sexual es justamente sentir que sobrepasa la moral, que puede incluso
llegar a ser peligroso. Como nuestra sexualidad está estereotipada el
fetichismo es su punto de fuga. El deseo no siempre tiene relación con la idea
de “pareja”. Ni siquiera hay eyaculación en muchos fetiches. A veces solo basta
con un puzzle sobre la mesa y un putito desnudo dando vueltas por la casa; me
han pagado varias horas por hacerlo. He coincidido con clientes en el fetiche
de la ropa interior sucia. Me calienta mucho. Me han comprado los calcetines y
bóxer usados “ojalá por 5 días”. También me han pagado por el olor de mis
axilas y los pelos de mis piernas. Otro fetiche en común con mis clientes es
amarrarme desnudo sobre una mesa de vidrio y vendarme los ojos con mi corbata
de Cuarto Medio. Cada vez que coincido con alguno me olvido del tiempo. He
regalado horas por quedarme fascinado con la propuesta del cliente. Como todo
se conversa antes de la cita, decido atender los gustos que me parezcan
atractivos.
La gente
suele confesar sus fetiches cuando sabe que no arriesga juicios morales ni
valóricos. Conmigo se han desahogado contándome algunos que hubiesen sido
motivos de encarcelamiento. Con mis colegas nos gusta conversar sobre los
fetiches de nuestros clientes. Nos hemos percatado que el más común es la
lencería femenina. Por lo general se la pone el cliente. A veces traen su
propio conjunto. Pocas veces hay maquillaje y peluca. La mayoría solo quiere
usar la lencería mientras culiamos. Los tacos aguja y dildos gigantes también
se repiten bastante. Cuando me piden ser una “lolita” mis amigas travestis me
ayudan con el vestuario. Uno de mis colegas tiene varios clientes con el
fetiche de la caca. Nos contó un dia que había descubierto su gusto por el
“scat” con estos clientes. En realidad todos hemos descubierto gustos nuevos
gracias a la prostitución. Nuestros juicios morales son cada vez menos rigidos.
Las ganas de seguir experimentando es uno de los motivos para seguir
vendiéndonos. Hemos aprendido de sexualidad putiando.
"Diario de un Puto" The Clinic 2015
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