Ciber-sexo
No
me gustan algunos feriados, menos cuando son fechas familiares o nacionalistas.
Disminuyen los clientes y andan pidiendo rebajas. No siempre quieren venir al
departamento y el frio no me estimula para salir por tan poca plata. Estos dias
los disfruto más en casa que en el histérico ritmo santiaguino. Internet me
basta para comunicarme con el exterior, también para trabajar sin tener que
salir. Basta con iniciar sesión en Skype.
El
sexo por webcam es una práctica
sexual muy frecuente en las redes sociales. Mostrarse, dejarse desear a través de
la pantalla, al instante, obedeciendo las instrucciones que da el cliente-espectador
me resulta estimulante, como en una “porno on line”. No es difícil grabar lo
que exhibo por cámara y verlo después cientos de veces. Sin embargo, quienes
pagan por sexo virtual saben que hay algo en ese instante digitalizado que no
volverán a disfrutar las cientos de veces que puedan reproducirlo.
Eran
las 11 de la noche y un cliente por Skype me pidió masturbarme mientras él me
modelaba unas tangas de su polola. Se le veían bonitas. Tenía lindos muslos. No
mostraba más arriba del ombligo. Se agarraba el paquete y me preguntaba si
quería verlo con otra, de un color distinto y más sexy. La que tenía puesta era verde con lunares negros. “Póngase lo
que quiera. Se ve rico con todo lo de su polola”. En segundos apareció con un colaless rojo de encaje. Su pene se
asomaba y las bolas apenas podían contenerse en el trocito de tela triangular.
Me aseguré
que me transfiriera la cantidad que acordamos siempre. Nunca falla. Fue la
primera vez que chateamos la única que hemos hablado de plata. A él le gusta
que lo trate como un amigo virtual. Una vez me dijo que gracias al internet ha
podido mantener su pololeo y cumplir su fantasía cada vez que inicia sesión. Tiene
suerte de disfrutar a través de la pantalla y con eso quedar satisfecho. A
veces a mí también me basta con la web para vivir. Tantas relaciones con
distintas personas suelen ser estresantes.
Llevábamos
30 minutos frente al computador, él jugueteando con la elasticidad del colaless y yo concentrándome en sus
movimientos y muslos para mantener la erección. En un momento la señal comenzó
a debilitarse y la imagen de cada uno quedó estática. Nos tomó varios minutos
volver a vernos, pero ya estábamos enfriados. Él quería acabar pronto y
teníamos que empezar de cero. Esa noche me visitaba un colega que siempre me ha
gustado y le propuse a mi cliente vernos follar. Volvió a transferirme dinero
suficiente para repartirla entre los 2 y comenzamos. Nos quitamos la ropa
tratando de mantenernos en el encuadre de la webcam. No nos costó nada calentarnos. Recuerdo que estaba muy
entusiasmado por poder follar con mi colega. Estábamos lamiéndonos las
tetillas, luego el cuello y cuando ya me arrodillaba para seguir lamiendo, se
corta la “videollamada”. El cliente había acabado y ya no necesitaba seguir
mirando.
Con
mi colega nos quedamos templados por un largo rato. Decidimos meternos en su
cuenta de “Cam4” para mostramos follando. Terminando agregando nuevos clientes
al Skype. Dicen que en el trabajo no se debe cruzar el placer con lo
profesional. Pienso que si no fuera por ese cruce, mi trabajo sería tan fome
como cualquier otro y la “porno on line” seria la muestra de mi escaso
profesionalismo.
"Diario de un Puto" The Clinic 2015
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