Transfeminismo poliamoroso
Desde que me integré a la CUDS* hemos
intentado generar amistades que no excluyan el sexo como demostración amorosa o
mera posibilidad de disfrute entre personas que no sólo se puedan desear
incendiariamente, sino que también relacionar desde la complicidad política y
desde el amor como posibilidad múltiple del cariño. Somos un grupo de
activistas fracturadxs, como todxs, por ese adoctrinamiento romántico que al
nacer nos imponen como única forma de querer. A pesar de nuestras diferencias
etarias, tenemos en común la pantalla autobioráfica de nuestra niñez: el
príncipe azul, la doncella entregada, el caballero gallardo, la virginal, el
galán sobreprotector y la puta perdida en su miseria esperando ser rescatada
por el hombre ideal. Realmente los libros, las películas, la música, todas esas
telenovelas y series, sumando el colegio, la universidad y, en su principio, la
familia nos han programado el supuesto corazón para “sentir” como siente Bella,
la protagonista de Crepúsculo, ante un amor imposible con un hermoso vampiro.
La educación sentimental nos ha enseñado bastante bien cómo sufrir, cómo
desear, cómo configurar una relación cuando creo estar enamorado. Porque el
enamoramiento es una creencia, al igual que el cristianismo, basada en el
sacrificio, lo sagrado, la culpa y el sometimiento. Cuando “desviamos” la
mirada e intervenimos ese sobreilustrado corazón, nos acusan de promiscuxs,
irresponsables, inmadurxs “con fobia al compromiso” y una interminable lista de
sentencias para cualquier conducta y/o idea que se contraponga al amor romántico,
sufriente y privativo.
En estos días de
bullada modernidad la consagración del amor romántico y heterosexual parece ya
instalada sin posibilidades de ser erradicada. Porque cuando hablamos de
heterosexualidad no lo hacemos pensando en la sola practica sexo-afectiva entre
un “hombre” y una “mujer”; la sexualidad en todas sus manifestaciones se ha
heterosexualizado bajo la necesidad sobebrevalorada de “inclusión”. Esta
moderna heterosexualidad quiere incluirlo “todo” en su cama familiar. Es un
“todo” desde esa perspectiva normalizante: lo gay, lo lésbico, lo bisexual.
Pero esa cama familiar sólo le pertenece al heterosexual, el resto, los otros
nuevos normales, se reducen a “lo alternativo” ni tan alternativo que debe
higienizarse para ser incluidos. Entonces en la cama heterosexual hasta los
alternativos sueñan como heterosexuales: el amor romántico sigue siendo el
mismo que alucinaron Romeo&Julieta. Así de antiguo es y sigue vigente. Un
caballero y su doncella complaciente dedicados al respeto de su compromiso y a
la procreación de más personitas que serán obligadas a querer como El niño que
enloqueció de amor. Este amor oficial sólo nos hace sufrir. Nos tortura la idea
obligada de tener que ser condicionados por el gusto cada vez que intentamos
enamorar a alguien y una vez ya conquistado su amor, verse en la tortuosa
obligación de controlarse las ganas de follar con quién(es) se nos antoje. Pero
hay más: lo “open mind”. Me parece irrisorio cuando se habla del sujeto “open
mind”. Ser un “open mind” parece una moda extranjera que atrae mucho en esta
sociedad eurocéntrica, como el nuevo accesorio de la época, como la nueva dieta
para adelgazar sin tanto esfuerzo. No hay cuestionamiento, critica ni
politización de tal conducta “súper progre”. El deseo de abrir el amor se queda
solamente en la anécdota postmoderna donde somos felices en una orgía vacía de
interrogantes. Pasar de ser un fiel amante a ser un adicto a la orgía no vale
mucho, por mi parte, si no hay una concientización
de que ese amor romántico de a 2 es dañino y no “una forma más de amar”. La
tolerancia me parece tramposa: en nombre de la sobrevalorada tolerancia las
mujeres siguen siendo golpeadas por sus maridos y luego asesinadas por
atreverse a disfrutar su cuerpo con
otrxs extramaritalmente; el trágico celo parece ser un condimento inexorable en
cada relación amorosa, aunque este celo sea el responsable de femicidios,
depresiones amorosas, suicidios desesperanzados.
Pienso en “otras
formas de amor” como un espacio fracturado de sobrevivencia entre “lxs
promiscuxs”. Con mis amigxs de la CUDS sabemos que el amor es una ficción
mutante y nos parece hasta subversivo imaginar nuevas relaciones
interpersonales que no se obligue, por ejemplo, a la monogamia, sino que sea
una opción más, sin menosprecio del poliamor.
Hablar de amor a ratos parece ser bastante chulo,
un poco cursi y, de vez en cuando, dramáticamente llorón. Suele mencionarse el
amor como una idea absoluta, una sola forma de cariño; como si no pudieran
existir otras maneras de manifestarlo, como si la idea que nos han enseñado
desde niñxs fuera la única legitima y posible. ¿Realmente sólo podemos sentir
como sienten las bellas protagonistas de las telenovelas centroamericanas?
¿Será posible practicar otros tipos de relaciones afectivas que se distancien
de la monotemática historia trágica repleta de "luchas por conquistar al
amor ideal"? ¿Por qué seguir obedeciendo esa manera de querer? ¿Realmente
necesitamos sentirnos propietarios del cuerpo y deseo de quien amemos? ¿Parece
justificable el celo egoísta de no querer si no es "exclusivamente
mío", naturalizando el deseo de propiedad privada? A veces pienso en
distintas formas de entregar y recibir amor. Las amistades me funcionan bastante
bien como nido afectivo. Pretender a veces desaprender la forma tradicional del
cariño, tan cristianamente romántico, suele ser bastante productivo y
placentero. La vida misma está compuesta de dolores. Cada día es una batalla
sobrevivir en una sociedad mercantilizada, cristiana, individualista. Por lo
menos hagamos del amor una múltiple posibilidad de intercambiar cariños,
preocupados de la colectivización de los afectos y dejando de lado la
competitividad romántica de luchar por conquistar un amor ideal, propio y exclusivo.
A propósito de esta duda/propuesta/queja que hago,
me pregunto ¿Será la prostitución el problema cuando hablamos de amor y dinero
como incompatibles o, según mi criterio feminista-disidente, el amor es el
problema al ser siempre pensado/sentido de esa forma cristiana y egoísta? ¿Se
puede practicar una prostitución afectiva? ¿Se podrá hacer del amor una forma
legítima de sobrevivir gracias a los lazos, a los intercambios materiales, como
lo fue el trueque alguna vez? Yo no me privaría de creer en una prostitución
del amor, donde la idea de trabajo tortuoso y obligado se debilite y podamos
construir, de forma colectiva, estrategias de sobrevivencia placenteras y
horizontales.
*CUDS: Colectivo Utópico de Disidencia Sexual
Me encanta tu postura y en general, las ideas que escribes. A veces las palabras pueden actuar como pequeñas dagas que se infiltran en el cuerpo..
ResponderEliminarDesde la vereda de la auto-represión, un cariñoso saludo.
Los románticos coronan al suicidio solo después del instante supremo, el paroxismo de la felicidad. Esa sociedad enferma que rinde culto a la muerte, no, a los muertos. Que hiere el espiritu de los hombres y los envenena contándoles que solo existe un camino hacia la felicidad: el del romanticismo.
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