Una tortura estudiantil llamada PSU
Las lágrimas de un papá en la tele,
transmitido por uno de los matinales de la pantalla chilena, un papá que sufría
porque su hijo no podía dar la PSU. Las lágrimas de un padre que se jacta de su
esfuerzo, del esfuerzo de toda su familia para que el hijo pudiera dar la PSU.
Un padre quebrado frente a la cámara que transmite en vivo luego que se
suspendiera la PSU en tal recinto debido a las prostestas de lxs estudiantes.
De algunos estudiantes, porque habían otrxs, como el hijo del padre llorón, que
sí quería rendir la prueba y que hacía eco -sin llanto como su padre- a ese
gran esfuerzo que habían hecho durante años. El estrés por los estudios para la
PSU, esa inversión en pre-universitarios. Ese llanto del padre no quería la
manifestación y ese mismo padre llorón trató de “imbéciles” a lxs estudiantes
que protestaban, muchxs seguramente compañerxs de su esforzado hijo. Ni
siquiera fue un llanto de rabia contra el sistema educativo que es el culpable
de que la familia pobre deba esforzarse tanto para que alguno de la familia
logre entrar a la universidad, universidad que ni si quiera le asegura una
justa recompensa por tanto esfuerzo mental y económico a cada egresadx. También
había otro apoderado en otro canal transmitiendo su matinal. Este otro
apoderado que hablaba más como un papá burgués que como un papá pobre ponia en
duda a los estudiantes debido a ser “muy niños”, que “no tenian edad
suficiente”, “que no sabían nada”, como si toda esta revuelta iniciada por estudiantes
fuera un mero capricho de “cabros porfiados y rebeldes” y una vez más
invalidando la protesta de quienes no habiamos nacido en dictadura. Como que se
necesitara nacer en dictadura para darse cuenta que las cosas no estan bien y
que una constitución pinochetísta tiene respaldada toda esta injusticia
neoliberal que obliga a que las familias pobres deban esforzarse demasiado por una
prueba que, ni siquiera, garantiza un ingreso a la universidad, sino, que, como
ya sabemos hace varios años, solo segrega y elitiza el campo universitario.
Cuando estuvimos tratando de remover las
estructuras hostiles de este sistema educativo, durante el 2006 y el 2011, ese
tipo de padres llorones, los apoderados defensores del mercado estudiantil,
fueron mucho más masivos con su ímpetu anti-protestas estudiantiles, incluso,
el argumento de la “edad suficiente” o “la generación correcta” sirvió como
motivo suficiente para que se criminalizara sin más pudor nuestras demandas.
Sin embargo, esta vez he visto a esos padres aislados. Eran hombres en su mayoría.
Hombres enojados porque su prole no
estaba cumpliendo con el conducto regular exitista y competitivo. Enojados los
hombres poque ser hombre y pobre es una condena. Todo el esfuerzo material del
hombre boicoteado. Pero el llanto y la rabia de los apoderados en su mayoría
esta vez no estuvo del lado del poder educativo. Incluso, me parecia ver al
hijo del padre llorón muy nervioso e incomodo con la alharaca del papá en vivo
para las pantallas de la television chilena. Y los hijos no deben contradecir
al padre, menos en vivo y en directo. La obedicencia al sistema primero parte
por obedecerle al padre. No me extrañaría que muchxs querían unirse a la
protesta de sus compañerxs, pero se debe “respetar” la obligación familiar, sino,
el castigo en la casa.
Es muy importante la desobediencia civil
para continuar con nuestra revolución trans-generacional. Es fundamental perder
el miedo de las autoridades fundantes de nuestras vidas. Primero los padres,
luego el colegio, y seguimos con la lista de torturadores profesionales como
los carabineros y sus jefes multimillonarios. Que lloren todos los padres del
mundo, pero cada vez son menos y en su mayoría están apoyando la rabia
estudiantil. Porque todxs hemos estado bajo esa opresión escolar. Muchxs
tuvimos que dar la PSU con miedo a fracasar porque ya sabíamos que nuestros
colegios no eran la esperanza. Muchxs ya sabíamos que apenas nos daba para una
carrera técnica que tampoco nos aseguraba nada. Muchos ya estábamos segurxs que
esa prueba que teníamos enfrente era una condena y su sagrado puntaje una
ignominia adolescente que ponía en duda nuestras capacidades e inteligencias.
Yo recuerdo que tuve que llorarle al
profesor de turno para poder ir al baño. Estaba rindiendo la prueba de lenguaje
y tenía la escasa tranquilidad de que al menos esa prueba iba a responderla
bien. Siempre me fue bien en lenguaje, sin embargo, el estrés, el temor, la
angustia de la PSU no me permitió rendirla y me tuve que poner a suplicar
clemencia para poder ir al baño. Mientras suplicaba comencé a ponerme pálido y
a sentir que mi estómago iba a estallar y, en ese silencio nervioso de la sala,
mientras el resto intentaba responder la prueba, se oían los rugidos de mis
tripas. Ya sudando frío pude salír corriendo al baño y me deshice sentado sobre
la taza del water. Me costó reponerme
del dolor de estómago y de la vergüenza. Cuando logré ponerme de pie y
limpiarme casi por completo, volví a la sala y ya no me quedaba tiempo
suficiente para seguir respondiéndo. Pasé gran parte de la hora en el baño
tratando de calmar mi cuerpo. Entre la debilidad física y la frustración tuve
que irme de regreso al baño a calmar mi respiración y llorar. Sabía que me hubiese
ido bien con lenguaje, pero algo de esa tensión escolar en dias de PSU me tenia
el cuerpo muy asustado. Luego di la prueba de matemáticas sabiendo que no valía
la pena estresarme. Respondi y jugué con algunas respuestas. No me interesó
volver a sufrir y quizás eso me ayudó a sufrir menos la condena de no poder
entrar a estudiar periodismo porque mi puntaje no me daba.
No es sano este sistema educativo. No es
sano ni por su PSU ni por sus horarios ni mucho menos por sus mayas
curriculares. Ya lo hemos comprendido en un centenar de marchas y otros estallidos
estudiantiles durante estas décadas. No es un mero capricho de una “nueva
generacion porfiada”, es la insistencia de todas las generaciones que hemos
sido torturadas en la casa y en el colegio y luego en el mercado laboral. Ahora
ya no permitiremos que la tortura policial sea motivo para seguir soportando
una malvada prueba de selección elitista, donde una vez más quienes ganan son
los empresarios de los pre-universitarios que nos cobran por una falsa
esperanza y las universidades, que no les basta realmente con el puntaje, sino que
con el excesivo pago de sus aranceles.
Si hubiera tomado consciencia de mi
capital erótico antes de abortar el ingreso a la universidad, demás ya estaría
tituladx de periodista, pero no quise volver a enfrascarme con esa tensión
traumatizante que me significó dar la PSU luego de graduarme de un liceo politécnico
de la periferia pobre santiaguina. Gracias al trabajo sexual pude aprender
muchas cosas que hubiese aprendido en la universidad, quizás, y pude solventarme
una vida que por mi condena social era imposible imaginar. Sin embargo, no creo
que una cosa excluya la otra. Me refiero a que claramente una puede ser puta y
universitaria. Tengo colegas que han podido pagarse sus carreras gracias a la
prostitución, pero somos complejas y singulares y, en mi caso, al menos, preferí
abortar las posibles frutraciones futuras de una promesa universitaria que daña
tu salud mental sin ser real la supuesta meritocracia intelectual.
No dejemos que este sistema educativo
continúe. Ya ha sido mucha tortura en
este pais y las revoluciones están para abortar todo lo que durante décadas
estuvimos obligados a aceptar. No necesitamos nacer en tiempos especificios
para comprender las injusticias propias de este fascismo neoliberal. Tenemos a
la vista en redes sociales y en la television cómo actuan las clases dominantes
con poder politico. Maltratan a sus empleados y abusan de sus privilegios. Así
hoy y así mismo en las décadas que aun no naciamos.
Nuestros padres no son nuestras
autoridades, somos todxs parte del pueblo oprimido y tenemos nuestras propias
revueltas internas. Nuestras revoluciones sexuales y nuestras revoluciones económicas,
lo cultural no solo está en manos de la oligarquía, pero en este caso, es la
oligarquía la que quiere mantener estas formas hostíles de selección
universitaria. Estresemonos menos y protestemos más. Incluso, he sabido de
parte de gente que estudia psicología, que la protesta es una de las mejores
formas de sanar los nervios y uno de los mejores remedios anti-depresivos para
todas las generaciones que fuímos entristecidas por un neoliberalismo que ha
prometido inclusión a costa de deudas y frustraciones.
Quemar los fascimiles de la PSU ha sido
una de las protestas mas bellas que he visto durante nuestra revolucion
trans-generacional.
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