Garganta profunda
Cuando
empecé a prostituirme el sexo oral fue el ofrecimientos más barato de mis
servicios sexuales, pero también el más efectivo: no se necesita tanto tiempo
ni tanto espacio, un baño, una cabina de ciber, un parque, algún callejón o vehículo
son suficiente. Cuidarse de no raspar con los dientes el pene del cliente y
dedicar la lengua, los labios, la mandíbula completa fue algo fundamental que
aprendí, a pesar de lo barato, a pesar de lo exprés y fácil que podía parecer.
Una buena mamada puede enamorar y la suma de varias durante una tarde puede
lograr una buena cantidad de dinero.
La
pornografía de internet me ha enseñado bastante. Los videos de categoría “deeptrhoat” me han servido para
descubrir ese valor agregado que adquiere una mamada cuando hay mucha saliva,
arcadas y asfixia de por medio. Ir más allá de los labios y la lengua, que las
amígdalas, la laringe y toda esa viscosidad comiencen a tomar protagonismo
puede hacer que el sexo oral deje de ser tan barato, tan subestimado en el
servicio sexual. No es fácil aguantar un trozo de carne duro que golpea, entra
y sale sin vomitar ni ahogarte en el intento.
Hace
muy poco tuve mi primer cliente que solo quiso pagar por sexo oral, pero del más
profundo y viscoso. El servicio fue en su auto y el precio no tenía nada qué
ver con mis primeras mamadas. “Quiero que te la comas entera, Camilito”. Echó
nuestros asientos hacia atrás y yo bajé el volumen de la radio. Me gusta escuchar
toda esa mezcolanza gutural. Andaba con buzo, asique fue muy fácil y cómodo en
lo reducido del espacio, instalarme entre sus piernas y el volante.
No
es solo lamer, también es una delicada succión, estimular el glande con la
concavidad de la laringe. El cliente gemía y me tomaba del mentón para mirarme
los ojos. En un momento las arcadas eran una tras otra. Mis lágrimas se
mezclaban con la saliva. “Trágueselo, mi ternerito”. Me agarró con sus manos
del pelo y comenzó a penetrarme la boca sin pausas. Fueron martillazos en mi garganta.
Durante las primeras succiones tuve que tragarme el vómito. En un momento me
dijo que quería sentir cómo lo expulsaba. Metió su pene un poco más de la
laringe a la faringe y en un segundo mi vómito bañó su entrepiernas. No era
devolución de comida. Fue una respuesta lógica del cuerpo cuando siente una
asfixia: expulsas un cumulo de flema, una especie de baba densa. En la
pornografía ese vómito de baba es un valor agregado. Como un cumshot, pero oral, profundamente oral. No
sé cómo explicar la sensación. Era una especie de orgasmo gutural. Yo quedé
como drogado. El acabó en mi garganta y su semen pasó a segundo plano, directo
a mi estómago. Algunos dicen que chupar y tragar tanto puede ser riesgoso;
vivir sin riesgos me parece iluso y fome.
El
cliente me pasó papel para secarme los ojos y quitarme toda la mucosidad de la
cara, de la boca, del cuello. Me pagó un poco más de lo acordado y quedamos en
juntarnos muy pronto, nuevamente en su auto.
Que
me follen la garganta ha sido un descubrimiento fascinante. Me gusta pensar toda
esta concavidad gutural como un órgano sexual, pero ya no el más barato de los
servicios sexuales.
"Diario de un Puto" The Clinic 2015
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